En el trayecto clínico que se inaugura con la musicalidad de la experiencia compartida,
nos une la resonancia de un lazo sonoro que nos invita a oírnos por fuera de cualquier
técnica musical, de lo afinado o no del canto, más bien nos lanzamos al vértigo rítmico
de la gestualidad sensible que nos devuelve el espejo sonoro del otro. Imagen sonora
que identifica un espacio y un tiempo diferente, una experiencia que se ubica más allá
del cuerpo carnal, mecánico o funcional. Se repite el canturreo y produce subjetividad
en el acto mismo de la realización escénica. La musicalidad a la cual hacemos
referencia crea deseos, constituye un campo deseante donde emerge un sujeto sólo
después de dicho acontecimiento. La sonoridad como acontecimiento deja una huella,
una marca significante que se encarna en lo corporal. Es decir, lo pulsional es efecto de
ese encuentro sensible e intenso con el Otro. Graciela es sujeto en relación a la demanda
musical, o sea, al deseo que se deja entrever a través del cuerpo y la gestualidad
cantada.[...]
http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v8/PDFS_1/TEXTO%20LITORALES%205%20ERRANCIA%208.pdf
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