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jueves, 3 de septiembre de 2015

Relaciones de Objeto, Margaret Malher

Relaciones de Objeto, Margaret Malher

Los recién nacidos no parecen distinguir entre ellos mismos y los demás. Parecen considerar el “Yo” y el “no Yo” de igual modo. La madre les parece al principio parte del Yo. La teoría de Mahler se concentra al principio en el proceso por el que el infante asume su propia identidad física y psicológica, distinta de la de otras personas. El desarrollo del Yo implica separarse del estado de fusión total y convertirse en un individuo independiente. Esta autora dividió el desarrollo del niño en tres fases: 1) el autismo normal, 2) la simbiosis normal y 3) la separación individuación (esta última fase compuesta por 4 subfases). La forma en que los niños “negocian” cada una de estas fases determina en gran medida la naturaleza de sus relaciones interpersonales como adultos. Este aspecto es similar al esquema de Freud, en que el grado en que se logra pasar por las etapas psicosexuales de desarrollo influye en la personalidad posterior. La diferencia principal consiste en que, para Freud, el desarrollo de la personalidad significa canalizar la energía sexual hacia metas placenteras. Para Mahler, el desarrollo comprende la inversión de la energía psíquica en relaciones con otras personas.




− Autismo normal. Durante este período, que abarca el primer mes de vida, los estados del sueño del recién nacido sobrepasan a los de vigilia y son reminiscentes de los estados primarios que prevalecían en la vida intrauterina.
− Simbiosis normal. En este período, comprendido entre los 2 y los 3 meses, el aumento de la vigilia y la experiencia perceptiva del mundo permite una distinción gradual entre lo que está dentro y lo que está fuera, lo que es placentero y lo que es displacentero. La característica esencial de esta fase es una fusión con la representación de la madre y el delirio de límites comunes entre dos individuos físicamente separados.
Separación-individuación. Está compuesta por 4 subfases:
• Diferenciación. La diferenciación empieza siendo un “proceso de salida del huevo”. La atención del niño
durante los primeros meses había estado dirigida hacia dentro, ahora se hace más externa. Alrededor de los siete u ocho meses, el bebé empieza a alejarse de la madre, pero sólo puede hacerlo durante breves períodos ya que después tiene que hacer comprobaciones visuales o táctiles con ella (para describir esta búsqueda o llamada de la madre ausente Mahler emplea el término repostando). La conducta de extrañar y la ansiedad de los niños de siete u ocho meses indica el progreso en la subfase de diferenciación.
• Práctica. La práctica se da desde los 9 meses hasta los 15 ó 18 meses. Los primeros pasos independientes en posición erguida del niño marcan el inicio del período de práctica por excelencia, con una substancial ampliación de su mundo y su realidad. La enorme expansión de la capacidad de autonomía del niño durante esta subfase crea un estado que hace parecer que el niño está enamorado del mundo.
• Reacercamiento o Aproximación. La capacidad del niño para caminar y alejarse de la madre junto con el comienzo de la cognición representacional (lo que Piaget denomina función simbólica) que es el precursor del habla hacen del niño una persona mucho más diferenciada y autónoma. Hacia los 18 meses, el niño ha madurado lo suficiente como para reconocer su indefensión e independencia de un modo nuevo. Durante la fase de práctica había estado ocupado con todas las cosas que adquiría y con todas las nuevas habilidades que le permitían una mayor separación. Ahora hay un cambio en su vida emocional, con una mayor susceptibilidad a la frustración, más temores a la pérdida de objetos, mayor concienciación de la separación y mayor ansiedad a causa de aquella. Mahler cree que el niño alterna períodos de gran necesidad de intimidad y períodos de necesidad de distanciamiento. El niño necesita que le renueven las energías mediante el contacto corporal y también mediante el lenguaje y otros tipos de comunicación. El niño sigue a la madre como si fuera su sombra y, de repente, se marcha corriendo y de nuevo retorna y vuelve a marcharse. Aquí la actitud de la madre resulta extremadamente importante.



 La madre que rechaza al niño por su mayor independencia hará que éste sienta que es peligroso tener más autonomía. El niño no debe considerar a la madre como una extensión de sí mismo, ni la madre debe considerar al niño como una extensión de ella misma. Si la madre y el niño se van alejando y acercando con fluidez dentro de un rango óptimo de intimidad y distancia, el niño aprenderá gradualmente que resulta seguro y recompensante buscar mayor autonomía y que puede hacerlo sin temor a perder la relación con la madre y el padre. Las alteraciones de esta fase dejan al niño confuso acerca de la autonomía, falto de un self sólido y coherente y preocupado por los peligros de la separación.
• Constancia del objeto. Mahler llama a la siguiente subfase la consolidación de la individualidad y los inicios de la constancia emocional del objeto. Esta etapa comienza entre los 24 y 30 meses y puede durar unos dos o tres años más, o, de modo más sutil, el resto de la vida. Es en este momento cuando el niño da pasos progresivos hacia la integración del objeto, la estabilidad afectiva y una síntesis entre las experiencias buenas y malas previamente separadas.

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