| Blog Cies

jueves, 12 de noviembre de 2015

La Educación Sentimental, Gustave Flaubert

La Educación Sentimental, Gustave Flaubert

El 15 de setiembre de 1840, a eso de las seis de la mañana, el Ville-de-Alontereau, próximo a partir, lanzaba grandes torbellinos de humo en el muelle de Saint-Bernard. La gente llegaba jadeando; los toneles, las maromas, las cestas de ropa blanca entorpecían la circulación; los marineros no respondían a nadie; tropezaban unos con otros; los fardos se amontonaban entre los dos cabrestantes, y el alboroto se absorbía en el zumbido del vapor que, escapándose por las chapas de hierro batido, envolvía todo en una nube blanquecina, mientras la campana de proa sonaba continuamente. Por fin el barco zarpó, y las dos riberas, pobladas de almacenes, astilleros y fábricas, desfilaron como dos anchas cintas que se desenrollan. Un joven de dieciocho años, melenudo y con un álbum bajo el brazo, se mantenía inmóvil junto al timón. A través de la neblina contemplaba campanarios y edificios cuyos nombres desconocía; luego abarcó con una última ojeada la isla de San Luis, la Cité, NotreDame; y pronto, cuando desapareció París, lanzó un gran suspiro. El señor Federico Moreau, recién graduado de bachiller, regresaba a Norgent-surSeine, donde debía languidecer durante dos meses antes de ir a estudiar leyes. Su madre, con la cantidad de dinero indispensable, lo había enviado a El Havre para que viera a un tío, del que esperaba que fuese el heredero; había vuelto de allí el día anterior, y se desquitaba de no haber podido quedarse en la capital regresando a su provincia por el camino más largo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario