El pensamiento consciente funciona, según
enseñó Freud, de acuerdo con el proceso secundario, en el cual la energía
psíquica fluye de manera controlada. La conciencia opera así en forma
coherente, “lógica” y organizada. El pensamiento consciente se guía por cuatro
principios clasicistas: a] todo es idéntico a sí mismo (principio de
identidad); b] ningún enunciado es verdadero y falso al mismo tiempo (principio
de no contradicción); c] todo enunciado es o bien verdadero o bien falso
(principio del tercero excluso), y d] una expresión es sustituible por otra
manteniendo las mismas condiciones de verdad: a es b y b es c, entonces a es c
(principio de sustitución). Digamos algo sobre la identidad, desde el punto de
vista freudiano. El pensamiento consciente tiene como meta lograr la identidad
o un cierto grado de identidad de pensamiento. Su meta es siempre la búsqueda
de la identidad entre lo deseado y lo percibido, y no descansará hasta
alcanzarla. De este modo, los contenidos de conciencia están orientados por la
ley de identidad. La sede del pensamiento es el yo consciente y, por tanto,
funciona con representaciones-palabra. […]
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