#CiESARTE
El tema de Saturno está relacionado,
según Freud, con
la melancolía y
la destrucción, y estos rasgos están presentes en las Pinturas
negras. Con
expresión terrible, Goya nos sitúa ante el horror caníbal de
las fauces abiertas, los ojos en blanco, el gigante avejentado y la masa
informe del cuerpo sanguinolento del supuesto hijo.
El cuadro no solo alude al dios Chronos, que
inmutable gobierna el curso del tiempo, sino que también era el rector del
séptimo cielo y patrón de los septuagenarios, como lo era ya Goya.
El acto de comerse a su hijo se ha visto,
desde el punto de vista del psicoanálisis, como una figuración de la impotencia
sexual, sobre todo si lo ponemos en relación con otra pintura mural que
decoraba la estancia,
Judit matando a Holofernes,
tema bíblico en el que la bella viuda judía Judit invita
a un banquete libidinoso al viejo rey asirio Holofernes,
entonces en guerra contra Israel y,
tras emborracharlo, lo decapita.
El hijo devorado, con un cuerpo ya
adulto, ocupa el centro de la composición. Al igual que en la pintura de Judit
y Holofernes, uno
de los temas centrales es el del cuerpo humano mutilado. No solo lo está el
cuerpo atroz del niño, sino también, mediante el encuadre escogido y la iluminación
de claroscuro extraordinariamente
contrastada, las piernas del dios, sumidas a partir de la rodilla en la
negrura, en un vacío inmaterial.
Emplea una gama de blancos y negros,
aplicada en manchas de color gruesas, solo rota por el ocre de las carnaciones
y la llama fúlgida en blanco y rojo de la carne viva del hijo. Francisco
Javier Sánchez Cantón lo
comparó con el que pintó Rubens en 1636 para
la Torre de la Parada del Palacio del Pardo de Madrid (Saturno). En
su estudio señala cómo la violencia del de Goya es muy superior, despojado de
su pretexto mitológico, prefigurando con ello el expresionismo.
Saturno devorando a un hijo (1820-1823) Francisco de Goya
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